De vacaciones con el rabo entre las piernas (4 julio 2013)
La manera como Rafael Correa se ha retractado de una posible concesión de asilo a favor del “pirata informático” Edward Snowden, ha puesto al descubierto su oportunismo político y las contradicciones de su gobierno.
Si bien no es novedad que Correa cambie de posición según su conveniencia personal, en esta ocasión el hecho resulta particularmente grotesco, pues se produce luego de una campaña desafiante antinorteamericana repleta de ofensas y declaraciones altisonantes reclamando soberanía y dignidad, que culminó con la renuncia al ATPDEA y la propuesta de entrega de una “ayuda” por US 23 millones de dólares para “capacitación en materia de derechos humanos”, además de amenazar con pedir explicaciones a través de UNASUR, al gobierno de Estados Unidos. Actitud que animó al propio Fidel Castro a felicitar por primera vez por su “valentía” al caudillo ecuatoriano, y a que el ex agente de inteligencia le escribiera una carta de agradecimiento por la ayuda brindada.
Las declaraciones posteriores de Correa al diario británico “The Guardian” fueron categóricas sobre su “repentino” cambio de actitud. Dijo que no deseaba verlo, que era un espía y que la “ayuda” a Snowden en realidad fue un “error” cometido por el Cónsul en Londres, Fidel Nárvaez, amigo y seguidor de Julian Assange, acto por el cual ha “dispuesto que sea sancionado”. Correa además se encargó de aclarar a todos los medios que para tramitar el asilo era necesario que Snowden llegue a territorio ecuatoriano. No es casual por ello que Oliver Stone, quien con otros activistas norteamericanos firmó una solicitud dirigida a Correa pidiendo el asilo para Snowden, hoy declare que éste es un “héroe que no tiene donde refugiarse” y que hace falta que países como Brasil y Venezuela sean fuertes, sin mencionar para nada a Ecuador. Declaraciones similares de Julian Assange también hacen concluir que siente igual desencanto respecto de Correa.
La trama reciente hace notar que la política nacional e internacional del régimen se conduce no en base a principios o políticas de defensa de los intereses del país, sino en función de los intereses personales del caudillo y de los miembros de su gobierno, que ven en la publicidad y la propaganda estatal masiva su instrumento de dominación fundamental. Su afán por la “fabricación de la imagen” explica en gran parte la manera como sus “aliados” son utilizados y desechados según las circunstancias y conveniencia.
De otra parte, a nivel nacional, el tema ha reconfirmado la existencia de dos grupos de poder, que conforman la nueva “élite boliburguesa”, uno de tendencia fascistoide (al parecer predominante) y el otro de inclinación estalinista, que si bien comparten su afán por un proyecto modernizador que propugna el “Capitalismo de Estado”, de carácter totalitario, eventualmente entran en pugna respecto de la estrategia política a seguir. Correa, en medio, se bambolea motivado por un lado por su narcisismo y afán de protagonismo, pero también por su instinto de supervivencia y su anhelo de retirarse «cómodamente» para disfrutar de sus “logros” de líder latinoamericano en Bélgica, antes o después de concluir su tercer mandato, sin mayores repercusiones legales por las que preocuparse a nivel internacional. Objetivo no muy fácil de lograr tomando en cuenta la gran cantidad de actos de corrupción y violación de derechos humanos cometidos por su gobierno.
Las consecuencias de la actitud oportunista de Correa y su régimen están aún por verse, y es lógico que haya desazón y nerviosismo en las filas de su movimiento, quienes a pesar de todo justifican ciegamente cualquier contradicción o entuerto provocado por su líder. Es comprensible que haya preocupación en el país, sobre todo en el sector productivo, tanto de parte de los trabajadores como de los empresarios por la posible afectación a las exportaciones. Estos últimos lamentablemente parecería que sólo están preocupados por sus negocios, y no por la dificil situación política del país, por su democracia, los derechos humanos, la libertad de expresión, esenciales para el desarrollo económico y social. Tampoco pareciera les preocupa las consecuencias devastadoras de un modelo extractivista no sostenible en el tiempo.
Es conocido que Correa siempre se encarga de repetir a dichos empresarios en las reuniones privadas que realiza que “no se fijen en mi retórica política (populista) fíjense en mis acciones” y que de esa manera, gracias a los buenos negocios que permiten los ingresos petroleros, ha logrado hasta ahora su respaldo. A juzgar por sus actuaciones recientes da la impresión de que Correa instruye a sus “Embajadores” para que en el exterior transmitan el mismo mensaje a los diferentes gobiernos democráticos, pretendiendo un resultado similar. Por supuesto esta burda estratagema, característica de una dictadura populista, lo único que produce es mayor desconfianza de parte de los países defensores de la democracia y los derechos humanos.
Ahora Correa, con el rabo entre las piernas por lo mal que ha quedado ante la opinion pública mundial y ante sus “aliados” sin saber que hacer ni que decir ante la crisis surgida, decide irse de vacaciones. Va a reunirse en Bruselas con su esposa e hijos quienes están de paso, como turistas, por Nueva York (donde él también tenía previsto ir), hecho que llama la atención y contrasta con su demagógica “campaña antimperialista”, como supuesto heredero de Chávez, a la que dedica un espacio importante de tiempo durante sus sarcásticas intervenciones de los sábados.
Respecto de la noticia publicada sobre el viaje de su familia; mi hermano Emilio Palacio Urrutia, por cumplir su trabajo como periodista y analista político, de columnista del Diario Las Americas, fue agredido cobardemente por el Consul Eduardo Rivadeniera, conocido por sus atropellos a los ecuatorianos quienes en su gran mayoría en el Estado de Florida no apoyan al gobierno de Correa.
Los sicarios correístas pretenden salir impunes de esta acción delincuencial, tal como lo hacen a diario en el Ecuador gracias a la justicia controlada por el gobierno. Confío, sin embargo, en que la opinión pública mundial y la justicia independiente de Estados Unidos y del Estado de la Florida no lo permitirán.