ANALISIS DEL INFORME A LA NACION PRESENTADO POR RAFAEL CORREA (Agosto 2013)

 

ANALISIS DEL INFORME A LA NACION PRESENTADO POR RAFAEL CORREA (Agosto 2013)

El viernes pasado, con motivo del 10 de agosto,  Rafael Correa pronunció su “informe a la nación”. Con un ánimo electoral, preocupado por la pronunciada tendencia a la baja de su popularidad, intentó presentar un balance favorable de su gestión de casi 6 años, para lo cual comparó resultados del 2013 con datos del 2004.

Lejos de lograr sus objetivos con su maniobra política, a lo largo de su presentación, con su cansina retórica, llena de lugares comunes, Correa puso en evidencia el contenido demagógico de su discurso. La contradictoria presentación, en lugar de dar luz sobre su gestión, deja un tufo de desconfianza y crea interrogantes sobre la naturaleza del gobierno y la verdadera situación del país luego de 6 años de ejecución de un modelo de desarrollo extractivista y clientelar, presentado al país bajo el disfraz de “revolución ciudadana”

Así por ejemplo, una primera gran interrogante que plantea la intervención de Correa es por qué después de 6 años de “revolución ciudadana” aún no han tenido lugar “los cambios radicales, profundos y rápidos de las estructuras sociales vigentes”  si como él  mismo dice se trata de un tema “puramente político no económico, cuya solución pasa por el cambio de la correlación de fuerzas, un proceso político como lo es la revolución ciudadana” a lo que se añade el hecho de que  “hoy en día en el Ecuador esto es posible gracias a que ahora sí gobiernan las grandes mayorías y no las oligarquías de siempre” y de que ahora “manda el pueblo ecuatoriano y no los acreedores, los banqueros y la burocracia internacional” .

Otra interrogante obvia que surge de sus comentarios sobre la reducción de la pobreza es por qué razón los logros históricos de la revolución ciudadana “obviamente todavía son absolutamente insuficientes”  para “extirpar las causas de la inequidad” si según afirmó se trata de un problema “esencialmente político, cuya solución pasa por el cambio en la correlación de fuerzas”  y más aún si como subrayó en dos ocasiones “hoy en el Ecuador…con la producción actual….sólo con una mejor distribución del ingreso y los recursos sociales se podría terminar con la pobreza extrema y la pobreza en general”.

En otro momento de su intervención hizo mención del caso exitoso de los “tigres asiáticos” los cuales ante la ausencia de recursos naturales para lograr el desarrollo “debieron depender de los países extranjeros…de las potencias….de sus intereses hegemónicos … y tuvieron que permitir la explotación brutal y generalizada de su fuerza laboral”. Tal afirmación sobre el desarrollo en los países asiáticos arroja dudas sobre las seriedad de su reiterada afirmación sobre la pobreza y el atraso generado por los gobiernos neoliberales del Ecuador que habrían según Correa “sacrificado a los trabajadores (al igual que ocurrió con los tigres asiáticos) en los altares de los mercados internacionales”, dejando en el aire la interrogante de por qué entonces se obtuvieron resultados distintos en materia de desarrollo.

 

Posteriormente, sobre el mismo tema, Correa manifestó que su gobierno a diferencia de lo ocurrido en los países asiáticos “gracias a nuestros recursos naturales no tenemos que tolerar ninguna explotación laboral”.

 

Esta referencia de Correa efectuada con el ánimo de argumentar a favor de  sus políticas extractivistas (preparando el terreno para además de explotar indiscriminadamente el petróleo hacerlo con el cobre, el oro, y otros recursos naturales), denota su admiración poco disimulada por los mencionados regímenes antidemocráticos, los cuales según él “al tener que reprimir la inmensa tensión social que esto provocaba no podían tener regímenes democráticos”, detalle que pone al descubierto su visión totalitaria y su falta de sensibilidad social. No hace falta mucha imaginación para concluir que en el régimen correísta ante la “tensión social” generada por el incremento del modelo extractivista, traicionando las promesas de campaña, la “revolución ciudadana” opta por una salida igualmente totalitaria similar a la de los regímenes asiáticos.

En tono impositivo Correa indicó que a fin de alcanzar el desarrollo, el Ecuador debía seguir por el camino de la explotación de sus recursos naturales. Subrayó que  “sin nuestros recursos naturales no venceremos a la pobreza” dando a entender, de forma paradójica y contradictoria,  que para pasar a una era post petrolera (como lo prometió durante la campaña electoral y a inicio de su gobierno en el 2007)  de superación del subdesarrollo, era primero necesario agotar la fase extractivista actual y luego desarrollista” reclamando además para el país el derecho de “explotar la naturaleza al igual que lo han hecho los países ricos”. Dicho reclamo contrasta obviamente con su supuesta posición “anti neoliberal”, con la supuesta defensa de posiciones ambientales y el  “ emblemático proyecto del yasuní” , el cual debido a las posiciones oportunistas del gobierno ha quedado completamente desprestigiado.

Con su postura de guía iluminado se auto elogió por las contribuciones de su revolución a la teoría económica. De manera altisonante señaló por ejemplo que ahora en el país “desafiando la teoría económica” se pagan buenos salarios a la vez que las plazas de trabajo aumentan, los empresarios obtienen ganancias y se incrementa el consumo. Pontificó que “se privilegia la remuneración al trabajo humano antes que al capital”, para lo cual puso como ejemplo la creación del “salario digno” de US 349, según lo cual el Ecuador habría dado un paso más allá del sistema capitalista mundial. Y uno se pregunta si acaso, para que todas estas maravillas sucedan, en el país hemos entrado en un inusitado ciclo de expansión tecnológica, post industrial, de alto valor agregado, una era de conocimiento y cultura, con una amplia clase media, que marca un cambio cualitativo respecto de los tradicionales booms de materias primas, del banano, cacao, camarón, flores, petróleo, con un dólar ecuatoriano revalorado internacionalmente.

Como en anteriores ocasiones repitió sus ataques contra la era de los gobiernos neoliberales, recordando el “salvataje bancario” del gobierno de Jamil Mahuad y la manera como supuestamente en dicho gobierno los subsidios a los pobres eran vistos con menosprecio, tratando de marcar supuestas “diferencias de fondo”  frente a la mal recordada administración a la vez que justificar y elogiar la decisión de su gobierno de incrementar (con fines netamente clientelares) el famoso “bono de la solidaridad” de alta rentabilidad política.

El comentario es completamente torpe, pues todo el que conoce un poco de la historia política reciente del Ecuador sabe que fue precisamente el gobierno de Mahuad, varios de cuyos ministros ahora trabajan con Correa, el que introdujo esta nueva medida como uno de los ejes centrales de su política social y económica, siguiendo la  recomendación del Banco Mundial, y que  posteriormente fue continuada a pie juntillas por Raúl y Ricardo Patiño en el gobierno de Gustavo Noboa.

De la misma manera que sus críticas al modelo neoliberal hoy en día resultan cansinas y poco creíbles, y que contrastan con la percepción cada vez más acentuada de él como hombre de derecha; sus propuestas de “transformación” y solución de los problemas del país resultan ridículas en el sentido de que su régimen las plantea como de ideas de avanzada, innovaciones conceptuales transformadoras, cuando en el fondo no se trata sino de un programa de viejas reformas, que marcaron el advenimiento de la modernidad desde el siglo XVIII hasta el XX, pero que hasta hoy siguen truncas o a medio hacer en el país. En su oportunismo Correa sin embargo las presenta envueltas en un discurso de izquierda, salpicadas demagógicamente con reivindicaciones de los movimientos sociales, el movimiento indígenas, los grupos ecologistas.

Como sabemos, dichos grupos ahora están en abierta oposición al régimen, al que califican de traidor, lo que explica que en su intervención Correa no haya cesado de atacarlos, incluso más que a la “prensa corrupta” y que a las nuevas figuras políticas que podrían ser la sorpresa electoral del 2013.   Si bien es cierto que debe dosificar sus ataques a una oposición que abarca todas las tendencias políticas, es obvio que desea a toda costa reivindicarse y posicionarse como el líder de la tendencia de “izquierda” y “centro izquierda”, que considera como las más importantes electoralmente, y donde estima que no hay otra figura con su “carisma”.

En vista de que ya no cuenta como antes con un espacio formal representativo de respaldo a nivel nacional de dichas tendencias; con “alianza país” reducida a un movimiento clientelar en crisis, aprovechó el acto del 10 de agosto para lanzar sus ataques y descalificar  a la  “izquierda corrupta y demagógica” y a los “movimientos sociales fundamentalistas” desde su nueva postura de “líder progresista de la izquierda latinoamericana”, factible gracias a sus aliados más cercanos: Chávez, Kirchner, Morales, Ortega.

Igual actitud asume también frente al movimiento indígena y los grupos ecologistas. En el caso de los primeros, dedicó varios minutos de su alocución a descalificar con sarcasmo su cultura ancestral y su derecho de minoría a defender sus creencias sobre el “buen vivir” y la “pacha mama”, que difieren completamente  de la interpretación   “técnica y moderna” que les otorga el régimen autoritario a dichos conceptos que hoy forman parte del “acervo” de la “revolución ciudadana”. Es obvio que no se trata de un giro de sus creencias y opiniones, que va de la izquierda a la derecha como algunos han señalado últimamente,  y que dicen no reconocerlo.  Es simplemente que ahora considera que tiene el  “capital político” suficiente para darse el lujo de ser quien en realidad siempre ha sido, y ejercer con el membrete de “líder latinoamericano de izquierda” su visión “nacional correísta” del poder, haciendo explícita su renuencia a aceptar la vigencia de los valores democráticos que le demanda la sociedad como parte del cambio y las reformas sociales que requiere el país. Encumbrado en su áurea de líder internacional de las izquierdas, por “encima del bien y el mal” se permite incluso promover alianzas con oportunistas y aventureros internacionales como Julian Assange,   a quien estaría por otorgarle “asilo político”; así como buscar “alianzas” con ciertos grupos empresariales y de inversionistas,  a quienes se refirió en términos sorprendentemente amables durante su discurso.

Al final de su presentación tuvo la osadía de expresar que en los últimos meses de su gobierno se concentraría en la lucha contra la pobreza y reiteró que continuaría con sus políticas extractivistas, que ahora apuntan a los yacimientos de cobre, oro, y otros valiosos recursos naturales. Actitud por demás cínica si consideramos que su gobierno ha despilfarrado ingresos  que superan los 120 mil millones de dólares, sin precedentes en la historia del país, invertidos en mega obras de relumbrón y programas clientelares que sólo sirven para alimentar una falsa concepción de desarrollo con interés proselitista, pero que no aportan a la mejora cualitativa de la sociedad. La triste realidad de la gestión de Correa es que después de 6 años (si se dan elecciones limpias) su gobierno dejará un país endeudado, en condiciones onerosas, con sus reservas petroleras comprometidas, hundido en el subdesarrollo económico y social, con los mismos  niveles bajos de educación, salud, desarrollo científico técnico similares a los de las últimas décadas, presa ahora de la delincuencia, el crimen y la violencia social, con las mismas relaciones sociales atrasadas, y corrupción gubernamental sin control; un país atemorizado que depende de factores externos (precio del petróleo) y no tiene una dinámica propia de desarrollo sustentable a largo plazo.

Lamentablemente el Ecuador, por su fragilidad institucional y democrática, por su atraso histórico social, por su historia de reformas inconclusas, por la falta de educación, por su característica de sociedad excluyente, es presa vulnerable del acoso de caudillos populistas con pretensiones totalitarias como ocurre hoy con quien dirige la “revolución ciudadana”,  que está llevando al país a una crisis social sin precedentes. La historia nos enseña los  procesos de reformas que son manipulados a favor de proyectos totalitarios, como fue el caso de las dictaduras fascistas y estalinistas, producen como resultado violencia y destrucción en sus sociedades.

El análisis del balance negativo de la gestión de Correa nos debe hacer reflexionar sobre dos aspectos fundamentales para el futuro del país: por un lado el atraso histórico recurrente de nuestro país con relación a las reformas y medidas que permitieron el advenimiento de la modernidad en los países desarrollados. Un segundo aspecto es el concerniente al nuevo modelo de desarrollo a seguir del Ecuador y su vinculación con dichas reformas.

En cuanto al primer punto tal vez la lección más importante es que las reformas y medidas atrasadas de la modernidad: igualdad ante la ley, educación y salud de calidad para generar igualdad de oportunidades y cohesión social, obra de infraestructura, desarrollo científico técnico, pago de impuestos para la redistribución de la riqueza y funcionamiento del estado, aprovechamiento de los recursos naturales, sistema salarial  (con mejores remuneraciones en gran escala como ocurrió con la industria automotriz, bajo el liderazgo de Henry Ford a inicios del siglo XX) leyes antimonopolio, etc, no pueden ser el resultado de la imposición sino de la consecución de consensos sociales extensos, de incentivos sociales públicos y privados, en democracia, bajo un sistema de independencia de poderes, de balances y contrapesos, de justicia independiente, de alternabilidad de poder, de respeto a los derechos humanos, mecanismos fundamentales para evitar la concentración de poder estatal y privado, donde tanto mayorías como minorías sean considerados en la toma de decisiones de interés público.

Con relación al segundo punto, es fundamental tomar conciencia que el Ecuador de hoy no es el del siglo XIX como pretende Correa, y que vivimos en el XXI, de allí que es necesario que las reformas y el modelo de desarrollo a seguir sea planteado en función de los cuestionamientos a la sociedad global postmoderna, donde las prioridades de desarrollo pasan por la revisión de los patrones de producción y consumo en contradicción con los límites de reproducción de la naturaleza para mantener la vida en el planeta, tema que Correa en su ignorancia califica como parte de los “infantilismos” y “fundamentalismos” de los grupos ambientales. No sólo se trata de un tema ético, sino de una realidad que no podemos soslayar. No es posible ya pensar que las nuevas generaciones vivirán bajo un modelo extractivista y/o desarrollista, con el mismo ideal de progreso sinónimo de producción y consumo ilimitados. Este es el gran debate que se ha iniciado en los países desarrollados y que es necesario abordar en el país,  antes de que sea demasiado tarde.

Sobre el legado político de su gestión Correa fue muy parco, evitando abordar temas que por lo delicado de la situación de crisis política que se agudiza cada semana es preferible no tratar en una presentación de resultados, como es el caso de su abierta injerencia en el sistema de justicia del que se sirve para perseguir a los opositores,  y apenas se refirió al reciente escandalo de la revisión de firmas por el Consejo Electoral controlado por él. Por primera vez en mucho tiempo guardó silencio frente a la reciente acusación de uno de sus ex aliados: el Partido Roldosista, cuyo principal en la Asamblea reveló el pacto de su organización con Correa, mediante el cual éste habría prometido permitir que Abdalá Bucaram pueda retornar al país, al igual que lo hicieron Alberto Dahik y Gustavo Noboa.

 

El examen del balance de gobierno de la “revolución ciudadana” nos plantea finalmente la pregunta, son sinceras las reformas decimonónicas que plantea Correa? Pueden ser sinceras reformas que exigen la vigencia de un sistema democrático, bajo un esquema que concentra todos los poderes del estado, incluido la justicia y el sistema electoral, en una sola persona? Pueden ser sinceras las intenciones de un dictador que se solaza en descalificar públicamente a sus detractores e incita a la población a disfrutar de los actos de escarnio público y convertirlos en cómplices de su desvarío? Pueden ser sinceras las propuestas de reforma cuando a diario se persigue sin miramientos a medios de comunicación y periodistas que defienden el derecho de los ecuatorianos a la libertad? Puede ser sincera la propuesta de un régimen que basa su popularidad en la propaganda fascista y difunde anti valores en la población? Pueden ser honestas las intenciones de un régimen cuya base social la lidera una nueva boliburguesía voraz, de mentalidad lumpen, de negociados con el estado, que promueve formas inescrupulosas de enriquecimiento, que actúa por encima de la ley y que acumula poder cada día merced un proyecto totalitario?  Pueden ser bien intencionados los planteamientos de una persona que se presenta como la encarnación del estado, del pueblo, de la revolución, del partido único, cuyos aliados a nivel internacional son dictadores como Chávez o Ahmadinejad? Podemos creer a un demagogo que se aferra a seguir en el poder a pesar de los pobres resultados de 6 años de gobierno,  pero que con el mayor descaro dice que “por su personalidad no es el mejor para lograr los acuerdos mínimos” ni la unidad de los ecuatorianos, que requiere el país para su desarrollo. Es que dicho dictador, que tiene la audacia de proclamar que su gobierno es de “manos limpias” y de perseguir a la corrupción, mientras su propio hermano y amigos de la infancia suyos, miembros del gobierno,  han sido parte de los más grandes escándalos y denuncias por dicho motivo, merece que el pueblo ecuatoriano lo reelija? Y por último, se puede creer que  un gobierno dictatorial, dirigido por un político de la  naturaleza de Correa, va a realizar elecciones libres, justas y transparentes?

Al final de su intervención se pudo apreciar un Correa tremendamente preocupado por su futuro. En el fondo sabe que además del daño económico que le ha hecho al país, es igual o mas grave el perjuicio político, en especial en lo concerniente a la democracia, la violación de los derechos humanos, su “manoseo” del sistema de justicia, la destrucción de la frágil institucionalidad del país, los actos de corrupción, las ofensas a la dignidad  y honor de la nación. Presiente que tarde o temprano tendrá que dar cuenta a la justicia por ello.

 

Acerca de guspalaciou

Diplomático de carrera, libre pensador. Como la mayoría de ecuatorianos quiero un país libre, incluyente y democrático, en armonía con la naturaleza.
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