TRASCENDENCIA DEL MES DE AGOSTO E INCAPACIDAD PARA GOBERNAR

TRASCENDENCIA DEL MES DE AGOSTO E INCAPACIDAD PARA GOBERNAR por Gustavo Palacio Urrutia

La heroica marcha por la Vida y la Dignidad, iniciada en el Pangui, en la Cordillera del Cóndor, llegará pronto a Quito, donde coincidirá con el levantamiento del movimiento indígena y el paro nacional de los trabajadores.

Tanto en Quito como en muchas ciudades del país se anuncian adhesiones de diversos gremios, así como apoyos de ciudadanos de los sectores populares y de la clase media, que se unen a la lucha contra la dictadura correísta.

De los resultados de la protesta social que se concentrará en Quito, el 13 de agosto, dependerá la suerte del Ecuador.

Son varios los aspectos de significación y trascendencia que estas expresiones de rebeldía y lucha tienen para el futuro del país:

En primer lugar se trata de la posibilidad real de poner término a un proyecto de orientación totalitaria de más de ocho años, sin precedentes en nuestra historia moderna, lo cual tendrá gran repercusión a nivel regional e internacional. Recordemos que anteriormente, cualquiera que hubiera sido el partido gobernante, se respetaba la conformación del tribunal electoral de carácter multipardista, y no existían pretensiones de oportunistas de cambiar la constitución para permanecer de manera indefinida en el poder.

Por otro lado, se trata de acabar con un régimen mafioso y corrupto, también sin precedentes en nuestra  historia, compuesto de políticos reciclados de la vieja y nueva partidocracia, que combina la propaganda masiva con la compra de conciencias, el clientelismo, el corporativismo estatal, la coerción y el chantaje para la consecución de sus fines políticos. Régimen que ha destruido la institucionalidad democrática y que amenaza con una debacle económica de inusitadas proporciones.

Finalmente, y tal vez lo más importante, se lucha para poner fin a un gobierno dedicado a satisfacer los intereses, ocurrencias y caprichos de un individuo que está evidentemente trastornado sicológicamente, que no es capaz de ver la realidad y tomar decisiones de manera estable, pensando en el bien común, con el que resulta imposible dialogar o construir consensos. Condición anómala que lo convierte en un peligro para el país y lo incapacita para gobernar.  Visión que estimo comparte un gran número de ecuatorianos.

Una  paradoja en la historia de la vida política del país si consideramos todos los presidentes que han sido caracterizados como “locos” y que recibieron la aclamación popular así como su posterior rechazo, y que en el caso particular de Abdalá Bucaram terminó con su destitución por decisión del Congreso Nacional que lo declaró “incapacitado mental para gobernar”.

La dura realidad del momento presente que vivimos, en comparación con los casos del “folclor” populista del pasado, ausente en la mayoría de los análisis políticos de coyuntura, es que en esta ocasión el caudillo populista y Jefe de Estado, Rafael Correa, convertido ahora en dictador, está claramente  perturbado (hecho igualmente sin precedentes), con síntomas preocupantes: delirios de grandeza y persecución, paranoia, interpretación antojadiza de la realidad, cambios bruscos de comportamiento, conducta violenta, aislamiento, deterioro de las emociones, etc. Cuadro que según los expertos, de comprobarse mediante el examen clínico respectivo, podría considerarse como un caso de esquizofrenia o de bipolaridad.

Desorden psíquico que me temo ya se ha evidenciado de manera fehaciente a lo largo de ocho años en un discurso megalómano, mesiánico, intolerante, cáustico, que denigra la identidad de los ecuatorianos. Trastorno también reflejado en contradictorias políticas públicas, que mantienen al país en la pobreza y subdesarrollo (lo que Correa cataloga como el «Milagro Ecuatoriano»), en el continuo despilfarro de los recursos del Estado para satisfacer un ego insaciable,  conjuntamente con una actitud prepotente y agresiva del caudillo en el ejercicio diario del poder, que atenta contra la constitución y los derechos fundamentales de los ciudadanos, incluso cuando se trata de personas comunes sin ninguna afiliación política. Para nadie es un secreto además que los problemas sicológicos de Rafael Correa no son nuevos, y que existen infinidad de testimonios, de sus propios familiares y amigos, sobre su comportamiento irritable, su ego y ambición desmedidos, su afán de competencia enfermiza, su violencia incontenible, sus rencores y conflictividad social durante su infancia, juventud, edad madura, hasta el presente.

Conducta que los encargados de la propaganda gubernamental tratan de maquillar aduciendo cínicamente que se trata del “estilo confrontativo” de su líder y de supuestos “códigos” regionales incomprendidos. Actitud violenta y represiva que se ha convertido en política de Estado, de corte fascista, impartida por los hombres de confianza de Correa a través de los distintos ministerios.

Es por ello que los acontecimientos del presente mes de agosto acarrean una importancia histórica enorme para los destinos del país. O dejamos que nuestro querido Ecuador continúe siendo destruido en su institucionalidad democrática y su economía, dejando endeudadas a las futuras generaciones, para saciar las ansias de grandeza de un tirano que luce seriamente alterado (capaz de intentar manipular a las Fuerzas Armadas, generar violencia y propiciar incluso un autogolpe para victimizarse) o apoyamos de manera solidaria la lucha liderada por los movimientos sociales y ciudadanos por la democracia y la libertad, lo que nos permitirá  encausar al país, en base a consensos, por una senda de desarrollo.

La encrucijada planteada no permite elección. Nuestro deber como ecuatorianos es unimos para recuperar la Patria y la democracia secuestradas. No hacerlo nos convertiría en cómplices de uno de los gobiernos más ignominiosos de la historia del Ecuador.

Acerca de guspalaciou

Diplomático de carrera, libre pensador. Como la mayoría de ecuatorianos quiero un país libre, incluyente y democrático, en armonía con la naturaleza.
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