ANALISIS DE COYUNTURA: “SALIDA HONROSA”
En la cambiante situación de crisis económica y política del Ecuador se puede observar una nueva coyuntura, en la que se registran varios elementos de importancia para el devenir del país en el corto y mediano plazo.
Por un lado se observa una notable recuperación de la participación política de la sociedad, expresada mediante marchas de protesta en las calles, en particular de parte de los sectores sociales y el movimiento indígena, contrarios al régimen autoritario correísta, a los que se empiezan a sumar diferentes estratos de la clase media.
Participación de la ciudadanía que comienza a organizare, convocar y ampliar su radio de acción, luego de un período de desmovilización producto de la falta de unidad y claridad de varios de los líderes de oposición que no supieron o no quisieron canalizar (ni capitalizar) el descontento generalizado y la protesta social de los meses de junio, julio y agosto para exigir la renuncia de Rafael Correa, lo que permitió al caudillo mantenerse en el poder, aunque enormemente debilitado.
La nueva y creciente protesta en el país, parecería adquirir fuerza y superar dichas deficiencias como consecuencia del empeoramiento de la crisis económica provocada por el régimen, y del proceso de concientización política de la población en relación al peligro que representa para el futuro democrático del país la reelección indefinida de un régimen autoritario vía la eventual aprobación en la Asamblea Nacional de varias reformas anti constitucionales en diciembre próximo.
No es casualidad por ello que en la reciente y vigorosa marcha del 11 de noviembre se escuchara con fuerza consignas en contra del modelo extractivista de desarrollo (fallido), la política económica causante del desempleo y aumento de la pobreza, así como contra las mal llamadas enmiendas, acompañadas del grito de “Fuera Correa, Fuera”. Protesta que continuará conforme nuevas convocatorias a marchas y a una huelga general durante las semanas venideras.
De otra parte, derivado de la crisis económica y política, así como del creciente descontento popular, se observa un proceso de debilitamiento del poder político y de erosión de legitimidad democrática del régimen. Esta situación de gran debilidad, simulada por la propaganda gubernamental, se puso en evidencia tras el sorpresivo anuncio efectuado por Rafael Correa de que no participará en las próximas elecciones. En pocos días Correa ha reiterado a los medios de comunicación que ha propuesto al interior de Alianza País que la enmienda de la “reelección indefinida” sea aprobada con una transitoria que le impediría postularse para presidente para el próximo período, la cual afectaría también a otros representantes de elección popular y a una buena parte de la bancada oficialista dentro de la Asamblea Nacional. En su lugar, Correa propone que sea candidato otro miembro de su partido, habiendo expresado de manera categórica su preferencia por las candidaturas de Lenin Moreno y/o Jorge Glas. Ambos personajes oscuros de la actual política ecuatoriana, que no aseguran continuidad del “Proyecto” y menos aún lealtad, incluso si su actual jefe y caudillo continúa activo políticamente.
No hace falta ser muy profundo en el análisis para apreciar la falta de coherencia y sindéresis en las infantiles e incongruentes explicaciones que sin ningún rubor ha soltado Correa y su régimen a la prensa, sobre su supuesto derecho a la “sana vanidad” para de manera por demás cínica “explicar” su nuevo cambio de actitud sobre su no postulación en las elecciones de 2017. Argumento deleznable al que añade la ilusoria propuesta, al más viejo estilo velasquista, de volver a postularse en el 2021 “en caso de que las cosas vayan mal”.
Más allá de la aberrante retórica populista del caudillo, barnizada con falsas ilusiones, para toda la población ha quedado claro que este cambio oportunista de actitud obedece a la imposibilidad de revertir el proceso de deterioro político de su gobierno, y que al parecer es la antesala del fin del Correísmo. Fin doloroso que lo obliga a optar por una “salida honrosa” que de lograr articularse con la elección de un gobierno títere que le cubra las espaladas, le permitiría eso sí disfrutar de un cómodo retiro de la política después de una década de usufructo del poder sin controles de ningún tipo.
La posición del caudillo, sin embargo, podría complicarse más debido a su conflictiva relación con las Fuerzas Armadas, la cuales a pesar de las presiones del gobierno se han resistido a ser parte de un proyecto totalitario a todas luces fallido. La deteriorada relación se hizo notoria la semana anterior a raíz del juicio montado por el régimen en contra de varios ex militares ecuatoriano, por su participación en actos que habrían constituido una violación de los derechos humanos durante la lucha contra la insurgencia armada en los anos ochenta, con el claro objetivo de dividir y manipular a la institución armada. Una utilización burda de la justicia con fines políticos, respecto de un tema sensible que debe ser tratado de manera imparcial, pero que afortunadamente ha sido rechazada de manera frontal por la institución castrense, lo que ha infringido un duro golpe al ego encumbrado del caudillo.
La actitud audaz y manipuladora de Correa respecto de la institución militar, producto seguramente de su estado de preocupación combinado con su forma utilitaria de ejercer el poder, no deja de llamar la atención, tomando en cuenta que fueron precisamente las Fuerzas Armadas y la Policía quienes en buena medida impidieron que el pueblo airado del Ecuador lo obligara a dejar el poder en los meses pasados.
Es interesante notar, en la misma línea de lo antes señalado, que el anuncio de Correa de no participación en la próxima contienda electoral se produce poco después del malogrado debate sobre la crisis económica del país, y de que el interlocutor que se suponía era uno de sus mejores aliados lo desafiara y le increpara que durante la campaña electoral de 2006 se benefició del aporte de los hermanos Isaías. Hecho político que será recordado entre las anécdotas del fin del correísmo y como señal unívoca de la perdida de autoridad del alicaído caudillo a todo nivel.
La derrota reciente del corréismo en las elecciones de rector, en la Universidad Andina, en Quito, es sin duda otra muestra del estado de debilitamiento y de perdida de influencia política del gobierno.
Una situación en definitiva difícil de manejar, en la que ni las “alianzas” del régimen con ciertos sectores empresariales, ni la complicidad de analistas e intermediarios para tranquilizar a los mercados y organismos internacionales, o los pactos con algunos dirigentes políticos, le aseguran al régimen la consecución de la ansiada salida “honrosa” del poder.
Para finalizar cabe un comentario sobre la situación del régimen a nivel internacional. En el ámbito regional es cada vez más claro el terrible golpe que significa para el falaz “Socialismo del Siglo XXI” la ya anunciada y próxima derrota electoral del Kirchnerismo y Chavismo en Argentina y Venezuela, con las consecuencias que a nivel personal esto representa para sus otrora poderosos líderes. En un plano más general, es evidente que la “marca” del «Socialismo del siglo XXI» ha perdido brillo y atractivo para las posibles bloques y potencias emergentes, interesados en los juegos de poder regionales en contra de Occidente desarrollado, tal como se demostró en la conferencia cumbre lde países Árabes y América Latina, en donde los gobiernos de Venezuela y Ecuador, tuvieron un rol intrascendente y marginal.
Lamentablemente para Rafael Correa las elecciones de 2017 distan aún muy lejos en el tiempo. Queda aún un difícil y pedregoso camino por recorrer, a lo largo del cual se mantiene latente la amenaza de un estallido popular en su contra, y la posibilidad de pasar a la historia como uno de los peores presidentes de las últimas décadas, por haber dilapidado enormes recursos sin precedentes en la historia moderna y por destruir la institucionalidad democrática del país.
En las próximas semanas y meses se verá cuál es la suerte del régimen en este sentido, pero lo que si está claro es que se ha iniciado el fin del Correísmo, con todas las consecuencias que esto entraña y que metafóricamente nos evoca el naufragio de un barco, en medio de una tempestad, con un capitán fuera de control, y cuyos tripulantes tienen pocas probabilidades de sobrevivir.