ANALISIS DE LOS COMICIOS DEL 19 DE FEBRERO

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Los comicios del 19 de febrero pasado tienen un significado especial por tres razones principales

En primer lugar destaca el fraude realizado por el gobierno,  sin precedentes en la historia reciente, tanto respecto de la elección de presidente y vicepresidente como de asambleístas, lo cual generó el rechazo de la población, así como de la mayoría de personalidades y líderes políticos del país.

Las pruebas e indicios de fraude son de toda índole, y van desde el contrabando y adulteración de papeletas y actas a favor del binomio oficial, el traslado irregular de dichas actas violando los procedimientos oficiales, hasta la destrucción de papeletas y actas con votos para la oposición, y la utilización en los recintos electores de bolígrafos –que portan el sello del CNE- con tinta que fácilmente se borra. Buena parte de las denuncias cuentan con las pruebas y testimonios de lo ocurrido, incluyendo numerosos videos difundidos por la propia ciudadanía. A lo señalado se debe agregar las observaciones de parte de la oposición relativas a la inconsistencia entre el número de votos obtenidos por la candidatura oficial, como ocurre en la provincia de Manabí, y el número de sufragantes, así como entre el número de votos obtenidos por los asambleístas correístas y el candidato oficialista a la presidencia, la cual resulta ilógica e incomprensible. Son numerosas también las denuncias de fraude realizadas por migrantes ecuatorianos en los consulados ecuatorianos en el exterior.

Conscientes del peligro, previo a los comicios, figuras de la oposición pidieron aclarar dudas sobre la elaboración del padrón electoral y la falta de una cadena de custodia adecuada. De otra parte, los medios independientes hicieron conocer la preocupación de varios expertos y peritos por la negativa del CNE a que se realice una auditoria al sistema informático utilizado para las elecciones.  Vale la pena recordar que el sistema informático utilizado por el CNE ha sido cuestionado por sus constantes fallas y vulnerabilidad en varias elecciones anteriores durante los últimos 8 años por expertos informáticos y políticos de oposición. En opinión de varios analistas este habría sido modificado por el régimen dictatorial para la manipulación de los comicios una vez que se logró el control irrestricto de la institución electoral, cuyos directivos en la práctica responden a las órdenes del ejecutivo.

La falta absoluta de transparencia en el manejo de las elecciones de parte del gobierno de Correa refuerza la idea de que su éste es uno de los más corruptos de la historia del Ecuador, con un discurso modernizador de corte fascista cuyo respaldo clientelar es minoritario (25-28%) y que sin la presencia de su máximo líder y caudillo a partir de mayo del 2017 tendría los días contados. La percepción ampliamente difundida de fraude en la ciudadanía incrementa a su vez la sospecha generalizada de que la dictadura por temor a rendir cuentas a la justicia bajo un nuevo régimen democrático, sería capaz de cometer cualquier acto ilícito a fin de mantenerse en el poder, en este caso mediante el establecimiento de un gobierno títere que lo reemplace. Al respecto fueron sintomáticas las disputas suscitadas al interior del CNE así como las expresiones de malestar a nivel de los mandos medios y altos de las Fuerzas Armadas el día de las elecciones, las cuales pusieron en evidencia la presión ejercida por Correa a fin de asegurar el triunfo del candidato oficialista. Las denuncias y manifestaciones de fraude fueron finalmente corroboradas por el propio Comandante del Ejercito, General Luis Castro, quien fue abruptamente destituido por Correa junto con otros altos mandos de las Fuerzas Armadas. Castro manifestó que el día de las elecciones se rompió la cadena de custodia a cargo del ejército y pidió a los soldados ecuatorianos estar alertas para defender la voluntad popular.

En base a los resultados oficiales obtenidos, se estima que para el caso de la Asamblea Nacional el fraude habría sido ejecutado con éxito, mientras que para la elección del binomio presidencial habría resultado fallido. Expertos en la materia consideran que esto pudo haber ocurrido en virtud de una inconsistencia en la manipulación y programación del sistema informático para obtener resultados porcentuales determinados. Error de programación que a su vez tendría que ver con una inesperada votación a favor del binomio de Guillermo Lasso y Andrés Páez, lo que no habría permitido adjudicar al binomio oficial el 40% de los votos validos requeridos para ganar la presidencia en primera vuelta.

Una mirada más detenida de las encuestas realizadas y de los resultados finales para la elección presidencial, plantea varias inquietudes y preguntas específicas de difícil respuesta. Una de ellas es cuál es el porcentaje real de votos obtenido por el binomio oficialista? La pregunta tiene sentido considerando que hasta sólo 10 días antes de las elecciones, el binomio correísta contaba con alrededor del 32% de intención de voto (CEDATOS) y existía una tendencia sostenida de varios meses a la baja del mismo, en gran parte vinculada a los escándalos de corrupción, la cual se estimaba continuaría agravándose debido sobre todo a las denuncias que se sucedieron en los días previos a la elección y que comprometen al propio Rafael Correa y a Lenin Moreno, pero de manera particular a Jorge Glas. Caída sostenida de la popularidad que se manifestó el mismo día 19 de febrero, cuando de manera espontánea en las calles de Quito la población rechazó con indignación la presencia de los candidatos oficiales al grito de “Fuera Correa Fuera” y “Fuera corruptos fuera”.

Lo expuesto configura un cuadro en el que bajo el supuesto de que el desprestigiado binomio oficialista hubiera obtenido un exagerado 39% de los indecisos -que en vísperas las elecciones se estima era de alrededor del 40%- su techo final en términos de votos válidos el día de los comicios no debería haber sobrepasado el 35%, lo cual incrementa las sospechas sobre la posibilidad de un fraude. Es interesante notar a su vez que el resultado oficial concedido a Moreno-Glas del 39,36% está muy cerca de la sumatoria de dicho porcentaje de 35% más los 5-7 puntos porcentuales, que según los expertos es el rango máximo posible de votos que se podrían “añadir” vía fraude al candidato de la dictadura. Alteración de la voluntad popular que podría descomponerse en dos partes: mediante votos traspasados vía informática y mediante la adulteración física de los votos en las actas.

Si bien no existe un pronunciamiento formal de parte de las empresas especializadas en el análisis cuantitativo de las elecciones sobre el porcentaje que habría representado el fraude, es de especial significación el sugestivo comentario de Polibio Córdoba, director de CEDATOS, durante una entrevista a inicios de marzo en Radio Visión, en el sentido de que los analistas políticos independientes deberían preocuparse por explicar la falta de coincidencia (2.41%) entre el resultado obtenido por el binomio Lasso-Páez conforme el exit poll de CEDATOS y lo asignado oficialmente por el sistema informático del CNE. En línea con lo indicado llama la atención que al comparar los resultados anunciados por el CNE y los resultados obtenidos vía el conteo rápido de Participación Ciudadana, el único candidato que obtiene saldos positivos (0.56% de los votos válidos) a su favor es Lenin Moreno, mientras que todos los demás candidatos obtienen saldos negativos. Lo curioso es que la suma de esos saldos porcentuales negativos de todos los candidatos de oposición corresponde también al 0.56% del total de los votos válidos (9’447.362), es decir igual al saldo porcentual favorable a Moreno. En términos de votos totales absolutos, las cifras difieren por muy poco: 50.776 para Moreno vs 55.634 para el resto de candidatos. Es interesante observar que los candidatos que más saldo negativo arrojan son Paco Moncayo y Guillermo Lasso. Por tratarse de un tema de trascendencia nacional y con la finalidad de comprobar o descartar la hipótesis de un posible fraude vía la introducción de un algoritmo en dicho sistema convendría realizar un estudio estadístico detallado de los resultados obtenidos, así como una auditoría del sistema informático .

Un segundo aspecto de relevancia tiene que ver con la respuesta de la ciudadanía frente a los cuestionados comicios y a las acusaciones de fraude. A lo largo del 19 de febrero se hizo patente el afán de los ciudadanos por brindar su colaboración voluntaria a diferentes partidos políticos para realizar control electoral. Al final de la jornada, luego de que las redes se abarrotaron de evidencias de fraude y de que el CNE empezara hacer notoria su falta de consistencia en los anuncios y entrega de resultados, se observó de manera casi simultánea la presencia de gente en la calle para protestar ante el organismo electoral. Desde esa noche hasta el día jueves 23 la ciudadanía hizo vigilia ante el CNE y su número fue en aumento hasta que el Presidente de la institución, Juan Pablo Pozo, se vio obligado a anunciar los resultados finales para la elección presidencial así como la convocatoria para una segunda vuelta el 2 de abril.

Así, lo que debía haber sido una fiesta cívica en la que los ciudadanos ejercen libremente su derecho al voto, se convirtió en una jornada de lucha por la defensa de la democracia y la voluntad popular. Un hecho social y político de gran trascendencia que será reconocido como una de las jornadas más importantes de la lucha de la sociedad civil contra la dictadura correísta. Sin duda las protestas masivas incrementaron la presión política e impidieron que el CNE cumpla con la consigna gubernamental de declarar como presidente electo ganador de la primera vuelta al binomio Moreno-Glas. La difusión oportuna de los exit poll de CEDATOS y Participación ciudadana a través de los medios independientes, nacionales e internacionales, brindaron mayor peso específico a dicha presión.

Resulta interesante notar que la ola de descontento que generó el fraude parcial y fallido del correísmo agarró desprevenido al gobierno, el cual a diferencia de ocasiones anteriores no ha sabido reaccionar con una estrategia coherente para aplacar los ánimos caldeados de la población. Por el contrario lo que sobresale es la descoordinación, así como las declaraciones incoherentes y contradictorias de las principales figuras del correísmo. De manera cínica, estos han llegado al extremo de declarar, como lo hizo José Serrano, que efectivamente sí ha existido fraude pero en contra de los candidatos de Alianza País y del binomio de Lenin Moreno y Jorge Glas. Anuncios que lejos de contribuir a engañar a la población aumentan el descrédito del régimen.

No es aventurado conjeturar que la indignación social generada, además de profundizar el desencanto existente a nivel de las capas medias, medias bajas y pobres de la población, tenga también un efecto adverso en el ánimo y la conciencia de la ya reducida base social, esencialmente clientelar del correísmo. Esto fue lo que se constató el mismo día de las elecciones entre los seguidores de Alianza País, en la sede de la organización, quienes en pocas horas pasaron de la euforia por una supuesta victoria anunciada por los exit poll del gobierno y celebrada con júbilo por Correa, Moreno y Glas, a un estado de aflicción que rememoraba la derrota electoral de febrero del 2014. A las 11 de la noche del día domingo 19 de febrero, en los alrededores de la central de Alianza País y de la plataforma levantada para el festejo, apenas quedaba un puñado de alicaídos miembros de dicha organización política, que desanimados por la falta de un anuncio de parte de sus líderes sobre los resultados optaron por retirarse.

En su desesperación frente a la creciente indignación popular durante la semana posterior a los escrutinios, el régimen optó por incrementar su campaña sucia contra el movimiento CREO, habiendo llegado al extremo de incitar sentimientos regionalistas de división nacional que pudieran eventualmente brindar réditos electorales. Este ha sido el caso de la provincia de Manabí, y del montaje de voz hecho al Presidente de CREO, César Monge. De forma complementaria el gobierno organizó una manifestación frente a la sede de CREO y del Banco de Guayaquil en Quito, en las que pequeños grupos de miembros de Alianza País lanzaron latas de atún y prendas de vestir que supuestamente habían sido parte de las donaciones enviadas por la sociedad civil a los damnificados de las provincias afectadas por el terremoto de abril de 2016. Afortunadamente estos hechos han merecido el rechazo de la ciudadanía entera y han puesto en evidencia la muy reducida capacidad de convocatoria de la dictadura para sus actos de violencia y división social. En el caso de la provincia de Manabí, han sido numerosas las voces de rechazo a la estrategia divisionista del régimen de incitar al regionalismo, así como de denuncias de un masivo fraude.

Una consecuencia de la crisis política que enfrenta el gobierno en vísperas de elecciones, y que no se puede obviar en el análisis, es la afectación de la misma en el propio Rafael Correa, quien como es conocido sufre de serios problemas de autocontrol emocional y propensión a la violencia, lo cual puede resultar peligroso para la toma de decisiones y para la gobernabilidad del país, en particular bajo el modelo autoritario y autocrático existente. Son varias las ocasiones en que el caudillo irritado agrede verbalmente e incluso amenaza a la población, contra quienes pareciera querer descargar su frustración y resentimiento por la falta de apoyo popular. Recientemente como parte de su campaña para desmentir el fraude, Correa se refirió a la falta de conciencia social de los sectores medios: “gracias a la revolución salieron de la pobreza, mejoraron estatus económico, entonces ya no votan con la chusma, sino que votan con la gente de bien, con los encorbatados ”. Expresiones que denotan el racismo y clasismo en el discurso e idiosincrasia fascista del régimen. Asimismo en los últimos días en las redes sociales se viralizó un video en el que enojado por los reclamos airados de la ciudadanía, Correa amenaza con cerrar el hospital “Jaime Roldós” de la localidad de Ventanas. Conducta agresiva y peligrosa que lamentablemente se repite con bastante frecuencia.

Un tercer elemento de significación lo constituye el impacto en el plano político-electoral que los viciados y controvertidos comicios del 19 de febrero tendrán en la segunda vuelta, prevista para el 2 de abril. En primer término queda claro que los resultados de la votación obtenida, así como la reacción popular producida, reafirman la idea expresada por la población en varias encuestas de que la mayoría de los ecuatorianos (alrededor del 80%) desean un cambio de rumbo, el fin de la dictadura corrupta y su sustitución por un gobierno democrático, para lo cual están prestos a salir a la calle y enfrentar la fuerza pública si es necesario para impedir cualquier intento de fraude. Sentimiento que estaría reflejado precisamente en ese 64% de los votos validos a favor de los candidatos de oposición y que en una segunda vuelta serían capitalizados por la candidatura de Guillermo Lasso y Andrés Páez. Argumento que se refuerza por el hecho de que todos los candidatos de la oposición plantearon durante la campaña la idea del cambio de rumbo tanto en el ámbito económico como político frente a la del continuismo de la dictadura. Es interesante notar que, paradójicamente, la propia candidatura oficialista ha buscado incorporar como slogan de campaña la idea del cambio, como estrategia frente a su falta de credibilidad. Un caso anecdótico de dicha propuesta, prestada de la oposición, lo constituye el anuncio de Lenin Moreno de renegociar la “onerosa deuda con China” contraída por su propio gobierno como medida para aliviar la caja fiscal y salir de la crisis económica.

.En ese contexto, y considerando lo señalado anteriormente sobre el real porcentaje de votación obtenido en la primera vuelta, las posibilidades de crecimiento y triunfo de la candidatura oficialista son limitadas, más aún si la presunción sobre un fraude para aumentar su “votación” en alrededor del 5-7% es verdadera. Situación de debilidad que se agrava en vista de que las denuncias de corrupción se han incrementado e incluso ampliado con la intervención inesperada de ex funcionarios correístas, perseguidos del régimen. Este es el caso de Pedro Delgado, primo del Presidente Correa quien ha develado casos graves de corrupción, incluido el lavado de dinero, que involucran al propio Correa así como a varios de sus altos funcionarios.

A lo mencionado se agrega la falta de preparación y escasa capacidad de comunicación de ambos candidatos, condición de desventaja que se ha puesto de manifiesto en las pocas entrevistas realizadas por los medios de comunicación y en el único debate al que asistió Lenin Moreno, donde tuvo un vergonzosa participación. La falta de preparación y confianza en sí mismo explica la renuencia de Moreno a participar en debates público, tal como se lo ha exigido el candidato de oposición Guillermo Lasso.

En el caso de la figura del candidato a la vicepresidencia, Jorge Glas, resulta obvio que se trata de un pesado fardo difícil de cargar y ocultar, y que representa el sentimiento de rechazo y de vergüenza nacional por el estado de degradación moral al que ha conducido el país el régimen correísta.

Con relación al binomio de Guillermo Lasso y Andrés Páez hay que destacar el buen desempeño que tuvo el binomio de oposición, reflejado en su importante repunte durante los últimos días de la campaña y en una amplia votación el día de las elecciones, hecho imprevisto que entre otros factores, como indicamos anteriormente, habría sido la causa principal para que el fraude informático programado por la dictadura no pudiera cristalizarse de forma fehaciente.

Estimo que la significativa votación obtenida por Lasso-Páez responde a varios factores. Por un lado es claro que fue el binomio de oposición que más se benefició del llamado voto útil, en contra de la dictadura, pero también el que mejor pudo llegar en términos racionales y emocionales a los diferentes sectores de la población. Esto último considero fue el resultado de su dedicación para recorrer y conocer de cerca los problemas del país, y de la presentación de una agenda y un programa de gobierno coherente con la situación de crisis económica y política que vive el país. Fue muy importante también su posición de lucha frontal contra la corrupción que encarna el correísmo; mensaje de campaña que distinguió también a otros líderes de oposición, como es el caso de Dalo Bucaram, y que representa un anhelo de justicia de la mayoría de ecuatorianos que claman se ponga fin a la impunidad.

Hay que destacar que ante el intento de fraude de la dictadura, el binomio Lasso-Páez tuvo un rol protagónico, con un gran poder de convocatoria, que mereció el respaldo de la ciudadanía no sólo en las urnas sino también en las calles, lo que le confirió un liderazgo indiscutible a nivel de toda la oposición. Dicho liderazgo adquiere mayor relevancia en vista de su llamado a forjar un gran acuerdo nacional de lucha contra la dictadura correísta, en el que se sientan representados todos los movimientos políticos y sectores de la sociedad ecuatoriana.

Desde una mirada sociológica es posible prever que la candidatura del binomio de la oposición representada en Guillermo Lasso y Andrés Páez durante la campaña para la segunda vuelta registre un crecimiento no sólo cuantitativo sino también cualitativo y que supere los límites del ámbito electoral, tomando en cuenta que se han creado las condiciones para que se convierta en la representación de una gran causa nacional de lucha contra una dictadura corrupta, por la democracia y la libertad. La única opción para superar la grave crisis económica y restaurar la institucionalidad democrática destruida por el régimen correísta. Además de los grandes acuerdos con los diferentes actores políticos y sociales, es de esperar que Lasso y Páez amplíen su cobertura territorial y trasmitan personalmente ese mensaje de esperanza y unidad nacional para el cambio, especialmente en aquellos sectores y regiones del país menos visitados. Una campaña intensa, con propuestas concretas y claras, idealmente puerta a puerta, que permitiría al binomio de la oposición lograr una mayor y más amplia adhesión de los votantes el próximo 2 de abril.

Es importante subrayar que en el plano internacional, la candidatura de Lasso-Páez es la única que ha reivindicado la lucha por la libertad y la democracia para todos los países de la región que han sido víctimas de los regímenes represores y corruptos del populismo autoritario del siglo XXI, lo cual le da una dimensión política de carácter internacional.

Es interesante notar que según las nuevas proyecciones realizadas por CEDATOS, el binomio conformado por Guillermo Lasso y Andrés Páez ganaría las elecciones del 2 de abril con un margen de alrededor del 5%, con 52% de los votos válidos a favor de Lasso-Paéz. Una encuesta reciente de MsM otorga un margen de casi el doble a favor de la candidatura de la oposición. Es de esperar que las encuestas que se realicen en la última semana de marzo corroboren dicha tendencia. El analista ecuatoriano Jaime Durán expresó a CNN pocos días después de los comicios que “parece muy claramente” que el ganador de la segunda vuelta sería Guillermo Lasso, entre otros motivos “porque la gente está cansada de un gobierno que ha durado mucho y que habiendo durado mucho ha respetado muy poco los derechos individuales”.

Finalmente es de suponer que el tema del fraude en conjunto con el de la corrupción, la crisis económica y la prepotencia del régimen terminarán por influir no sólo en los indecisos y en quienes votaron por un candidato distinto a los dos binomios finalistas en la primera vuelta, sino incluso en los propios votantes correístas, a favor del binomio de Guillermo Lasso y Andrés Páez.

Al igual que lo señalamos en el análisis de coyuntura del 21 de enero anterior, debemos reiterar que la oposición debe actuar de forma conjunta para prevenir un nuevo intento de fraude de la dictadura correísta, que como sabemos se aferra al poder como única opción para no tener que rendir cuentas a la justicia por los desafueros cometidos durante 10 años. Sin duda, como se corroboró en la primera vuelta, será fundamental un mejor control ciudadano del proceso electoral, así como la movilización de la población, dispuesta a defender la libertad y la democracia.